Paisaje del Amor Oscuro



Creo que no hay un solo hombre, ni uno solo, que no haya deseado alguna vez a otro; ni una mujer que no haya deseado a otra mujer. Quien lo niegue, después de haberlo pensado bien, es que habrá deseado a más de uno y pretende escapar ante sus propios ojos. Lo de las parejas de hecho como premio de consolación sólo sirve para herencias y pensiones: cosas de funcionarios. Toda pareja debe ser edificada sobre el amor, no sobre los documentos. Las relaciones homosexuales siempre son más efímeras, porque los homosexuales son más casquivanos. Fue entones cuando aprendí que el amor a un hombre, hasta en lo físico, es más fuerte que el amor a una mujer, más valiente también y mucho más difícil, arriesgado y violento.

En el tercer mundo aún se toca la gente sin precisar la excusa del amor: van los hombres del brazo, cogidos de las manos, enlazados los dedos, por la calle. No temen la ternura. Se encuentran con júbilo, se besan, se oprimen uno a otro, se separan, se miran, y vuelven a oprimirse. Hasta la lucha, si es cuerpo a cuerpo, tiene algo de humano: es un trato violento, no una anónima bomba que, sin remordimientos, mata seres anónimos

Practicar el sexo por vías bucales o anales puede ser tema, en determinadas religiones, de confesión, pero en ningún caso de juicio civil. Entre otras cosas, la libertad consiste en que cada uno se rasque donde le pica, siempre que no pretenda rascar al vecino sin su consentimiento. Donde le pique a él, no al presidente del tribunal, ni al papa. Si el infierno y la gloria existen, será precisamente porque existe tal libertad.

La bisexualidad existe, es la actitud más natural, coherente y humana. La bisexualidad o la pansexualidad, porque el sexo no tiene sesos. Somos sexo y muy poquita cosa más. La naturaleza nos da el sexo y luego nosotros ponemos sentimiento en los movimientos bruscos de la reproducción, es decir, ponemos eso que llamamos amor. Todavía es pronto, pero llegará un momento en que la gente se encontrará naturalmente instalada en la bisexualidad.


Fragmentos extraídos del libro Cuaderno del amor de Antonio Gala